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18/04/2020

Coronavirus: el otro lado de la Pandemia.

En la actualidad seguramente sabes mucho sobre el Coronavirus, qué medidas debes tener para evitar los contagios, el uso del barbijo (recientemente incorporado) y que debes quedarte en casa. Pero poco se habla de los efectos que este confinamiento y la lucha contra un enemigo invisible genera en la salud mental de la población en general y en cada grupo etario con distintas repercusiones y posibilidades de afrontamiento. No es lo mismo en niños, adolescentes, o adultos mayores, por ejemplo. Sin embargo, en todos ellos hay algo en común: CRISIS. Algo que tenías, esa cierta estabilidad que habías logrado en tu vida no está más, o “no es como antes”. Tus rutinas, hábitos, tu cotidianeidad tal cual la habías establecido ya no es. Algo cambió de forma abrupta. Una situación “externa” (Pandemia, Aislamiento social preventivo obligatorio) impactó de lleno en tu vida presentándose miles de cambios: no poder ir al trabajo, trabajar desde casa (home office), ganar menos dinero o no ganar prácticamente nada, los horarios para ir al súper, etc. También comenzaste a sentir pérdidas: de tu libertad de acción, de los encuentros cara a cara, el saludo, este símbolo distintivo “argento” que se expresa con choques de manos, abrazos, besos en las mejillas y un sin fin de variedades de contacto físico. La lista podría seguir. Cada día que pasó te descubriste extrañando nostálgicamente algo que ya no está y que hoy anhelas.

Es por todo esto que durante esta Pandemia, y ante el pedido de “quedate en casa” podes comenzar a experimentar sentimientos de enojo o frustración, tristeza, ansiedad, aburrimiento o sensaciones de encierro, sentimientos de soledad, desorganización o sensación de descontrol, y miedo. Sobre este último me quiero detener porque ha tenido a lo largo de los años muy “mala prensa”. Tener miedo no es algo malo. Es una emoción que está allí para que tomemos las medidas necesarias para protegernos de situaciones potencialmente peligrosas. El problema aparece cuando ese miedo se desmesura y se vuelve patológico, porque en esos casos solemos pensar y actuar de manera equivocada e, intentando evitar un riesgo, nos ponemos en un riesgo aún mayor. Y no solo el miedo, todas estas emociones anteriormente nombradas (y otras que seguramente olvido) son tanto esperables como saludables que te sucedan. El desafío no es que te quedes estancado en ningunas de ellas, sino que logres transitarlas para darle paso a una sensación de tranquilidad, propia de quien logra aceptar lo que le tocó vivir, aunque dicha situación no haya sido buscada ni deseada (como tantas otras que nos ocurren en la vida).

Pero esto no es todo. Como si fuera poco a estos cambios, pérdidas y sentimientos, se le suma una complejidad mayor: No sabemos cuánto tiempo más va a durar. No tenemos una fecha de vencimiento. Con el correr de los días puede surgir entonces un sentimiento de incertidumbre, en cada caso particular, que será gran generador de ansiedad y angustia. Si hacemos un repaso por lo dicho hasta acá parece que “nada es posible”, “no se pude hacer nada”, y otros pensamientos más de características regresivas en tanto nos hacen sentir como pequeños indefensos ante un monstruo gigante. Para no sentirte desbordadx o paralizadx será fundamental registrar cuando esto te ocurre para “traerte” al presente en un gran esfuerzo por no futurizar, ni idear fantasías catastróficas, intentando ver qué podes HACER (volver a nuestro poder, a nuestras posibilidades) en el AQUI Y AHORA. Y si!, ante lo incierto, una cuota de certeza te aliviara.

Empecemos por algunas de esas ACCIONES que podes realizar, y hacer de lo cotidiano algo saludable: Intenta mantener rutinas personales o crear otras nuevas. Mantené horarios de sueño regulares y evita siestas.

Sacate la ropa de cama y vestite normalmente al despertar.

Mantené contacto con familiares y amigxs por medios telefónicos y/o digitales.

El distanciamiento es físico, no de sociabilidad que encuentra en estos tiempos otras formas posibles de contacto a través de lo virtual. Como diría Gabriel Rolon, “la distancia física, no debe transformarse en distancia afectiva”.

Mantenë contacto con la luz solar y/o la naturaleza en la medida de lo posible.

Registrá y mejorá hábitos alimentarios.

Mantenete hidratadx.

Move tu cuerpo, de la manera que encuentres más entretenida.Ejercitate.

Poné atención a los cambios en los hábitos de consumo.

Recibí información en cierto momento del día y de fuentes oficiales y confiables. No te sobrexpongas a las noticias.

Todas estas son recomendaciones, sugerencias, en ningún momento plantean ser soluciones ni una receta mágica. Tampoco deberías imponerte realizarlas o exigirte hacerlas sin registrar antes tu disponibilidad, tu energía en cada momento. Metas realistas ajustadas al contexto que estás viviendo. Estar atentx a tus necesidades y a las emociones que aparecen te va a permitir identificar si estas son muy intensas, persisten en el tiempo o comienzan a interferir en tu funcionamiento y que puedas pedir ayuda y consultar con un profesional de la salud mental. Sé compasivx con vos mismo teniendo en cuenta que el cambio abrupto y la incertidumbre que supone la pandemia puede desencadenar estados emocionales que interfieran con tus objetivos y estilo de vida. Cultivá la aceptación. Permitite la oportunidad de encontrarte con nuevas preguntas y de descubrir nuevos sentidos para la existencia. Esta puede llegar a ser una oportunidad para mirarte y ver si estás siendo quien queres ser, reconocer cuáles son tus recursos para poder afrontarla, tus fortalezas y también tus debilidades.

Fuentes: Recomendaciones de la UBA- Facultad de Psicología, Organización Panamericana de la Salud (OPS) y Organización Mundial de la Salud (OMS) -Solitudine Stein. Psiquiatra del Hospital Alvear.

Ps. Silvina N. Faldani- Matrícula 15.496 Psicoterapeuta Gestaltica. Co-fundadora de “Trisquel Enfoque Gestáltico”. Adolescentes- Adultos- Parejas. 336-667655- Maipú 180.